A la edad de siete años, la directora Jeanette
Groenendaal se trasladó a un pueblo
profundamente religioso. Era la década de 1970,
y la llegada de la muchacha de la ciudad provocó
temor en los corazones de los habitantes de la
pequeña aldea. Se la veía como un “extranjero” y
“puta de la ciudad”, y se le trato de acuerdo a ello.
Un maestro de su estricta escuela calvinista la
llamó “hija del diablo” y toda la clase repitió sus
palabras. Treinta y ocho años después, Groenendaal
regresa al pueblo para Filmar un estudio personal
del mecanismo del “chivo expiatorio”.